Raras veces me quedo con la sensación de acabar de ver una buena película o de leer un libro. Pero de vez en cuando ocurre. Y cuando ocurre me encanta prolongar el momento, saborearlo. Inmóvil en mi asiento, sin mover un músculo ni alejar la vista de la pantalla, paladeo mientras el público abandona la sala como en la desembocadura de un rio.
“Up” me regaló un de esos raros momentos. Y lo consiguió con los cinco primeros minutos de película: una magistral sinopsis del ciclo de la vida. El resto fue fácil: entrañable, emotiva, preciosa, divertida, inteligente.
No deja de sorprenderme la capacidad creativa de Pixar, que una vez más se supera con la historia de Carl Fredricksen, un viejecito que tras enviudar y estar a punto de perder su casa decide convertir en realidad el sueño de su amada.
De la mano de un perro que habla, un boy scout hiperactivo y una rara especie de pájaro en extinción se precipitará hacia un camino que acabará por mostrarle el auténtico sentido de la vida.
Una metáfora maravillosa y poética con la que no puedes dejar de sonreír y reírte en ningún momento.
Pixar cambia de registro en cada film. Se arriesga y sin embargo logra con cada uno de ellos una pequeña joya.
Up es mucho más que una buena película de animación. La riqueza de sus personajes y la fuerza de su historia dejan en evidencia la mayoría de películas que se proyectan en la gran pantalla.
Gracias Carl Fredricksen por hacerme disfrutar del cine como nunca.